Karla Soto Hernández, de 24 años, es una joven apasionada del piano cuya historia musical comenzó de forma inesperada cuando cursaba quinto año de primaria en el Colegio Español. Fue durante una clase de música que conoció a José Guillermo Sánchez, director de orquesta y actual líder de los Coros y Orquestas Infantiles de México (COIM). Aquel encuentro marcaría su destino: Sánchez invitó a los alumnos a formar parte de un proyecto musical, y Karla, entusiasmada, acudió con su melódica, imaginando que era un "pianito".

Tiempo después, Karla viajó a la Ciudad de México, donde vivió su primera experiencia escénica en el majestuoso Centro Cultural Nezahualcóyotl. Ese momento en el escenario la conquistó por completo y la impulsó a tomar la decisión de aprender a tocar el piano de manera formal.

Su camino continuó con talleres de iniciación musical hasta llegar a la Escuela de Música del Estado de Tlaxcala, donde destacó como una de las mejores alumnas en piano. Su pasión la llevó a soñar más allá: quería compartir su amor por la música y crear un espacio donde otros también pudieran conectar con ella. Así nació su primer emprendimiento: “Allegro”, una academia de música cuyo nombre, además de ser un término musical, representa la alegría que Karla desea transmitir a cada uno de sus alumnos.
Como docente, Karla se ha caracterizado por ser paciente, cálida y empática. Ha encontrado un estilo de enseñanza propio, adaptándose a las distintas personalidades de sus estudiantes. Busca que vean el piano como un amigo y no como un enemigo, y les guía con ternura por el camino del aprendizaje musical, incluyendo la enseñanza del solfeo para ofrecer una formación más completa.

Karla comparte que nunca imaginó ser maestra de piano, pero la docencia llegó a su vida de manera natural y la ha llenado de satisfacción. Hoy recibe constantes recomendaciones de padres de familia y ha sido invitada a participar en eventos musicales. Por eso, aconseja a quienes deseen dedicarse a la enseñanza musical que lo hagan desde el corazón, no por dinero. "Si es algo que realmente te gusta, puedes llegar muy lejos", afirma con convicción.
Cada recital en el que ve a sus alumnos subir al escenario, enfrentando sus nervios con valentía, le recuerda a la “Karlita” que fue alguna vez. Verlos esforzarse, equivocarse, mejorar y disfrutar, le confirma que su labor está dando frutos. “Si algún día uno de mis alumnos me supera, sabré que fui una buena maestra”, dice con una sonrisa.

Ella destaca que enseñar no es solo transmitir técnica, sino sembrar un amor por la música, un arte capaz de transformar vidas. Con esa convicción, transmite ahora el mensaje de una estudiante que, al convertirse en maestra de piano, no olvida lo que significa empezar:

“Si de verdad te gusta, no tires la toalla. A veces el camino se complica, pero eso no significa que debas rendirte. Aférrate a tu sueño. Siempre hay un propósito detrás de lo que aprendes. Y si solo estás de paso, disfrútalo. Comparte tu gusto por la música con quienes te rodean, y no dejes que un mal día te detenga. Aunque haya quienes te digan que no puedes, demuéstrales que sí. Escucha las críticas para mejorar y conviértete en el músico que tú quieres ser. La respuesta está en ti.”

Su historia nos recuerda que, más allá del miedo, lo que verdaderamente hace grande a un estudiante de música es su capacidad de volver, una y otra vez, al amor por lo que hace y de inspirar a otros en el camino.